Si algo busca la gente que se acerca al Teletrabajo, eso es trabajo, simple y llanamente, al menos, en un alto porcentaje que podríamos cuantificar en el 50 por ciento. Es cierto, que para un 20 por ciento de los restantes, es un cambio en su forma de vida, igual que para un 10 por ciento es una obligación impuesta, pero para el 20 por ciento que falta, el Teletrabajo es la diferencia entre trabajar o estar en paro.
Cuando se habla de grupos de difícil inserción laboral se intenta definir un colectivo heterogéneo de personas que no tienen en común, más qué, su dificultad para conseguir un puesto de trabajo, ya sea por alguna discapacidad o por pertenecer a alguno de los grupos históricamente marginados del mercado laboral por su desalineación del estándar clásico.
El Teletrabajo ha venido a romper con la dinámica estética de nuestro tiempo. Hombres y mujeres convencidos que la apariencia es imprescindible para la realización profesional, se afanan en cultivar sus cuerpos y saquean sus cuentas corrientes para dotarse de un aspecto a la carta de un cirujano plástico de moda.
Uno de los mayores enemigos del Teletrabajo es la impersonalidad del trabajador, escondido tras sus propios resultados y sometido a los cánones de la productividad. Pues gracias a esa misma independencia entre trabajo y aspecto, muchas personas pueden lograr ser considerados por su valor profesional, sin necesidad de someterse a la humillación que muchas veces puede suponer la comparación o la aplicación de determinados criterios puramente estéticos.
Quizá por esto a algunas personas no les gusta nada y a otras, en cambio, les supone la única oportunidad de coger el tren del trabajo, del desarrollo profesional; compartido y simultáneo con tus propias circunstancias, independientemente de que éstas sean, familia, discapacidad, alejamiento o marginación.
No es fácil, nadie puede decir que lo sea. Hoy por hoy, en España, con los actuales índices de formación empresarial, es muy difícil convencer a un empresario de las ventajas que puede reportarle la implementación del Teletrabajo. Da igual el ahorro que suponga, da igual la independencia que reporte, todo eso queda eclipsado ante la falta de vigilancia. Parece que la única constatación posible de productividad es la vigilancia visual del empleado.
Mal, muy mal estamos si lo único que piden los empresarios para poner en marcha el Teletrabajo es un método fiable de vigilancia. Alejados diametralmente de las técnicas más productivas en gestión empresarial, basadas en el trabajo por objetivos y que permite que los empleados puedan aportar sus conocimientos y saber hacer como mejor garantía, independientemente del lugar en que vivan y de sus circunstancias personales.
Es esta tesitura cabe preguntarse ¿es realmente el Teletrabajo una alternativa de trabajo? sinceramente y basados en nuestra propia experiencia, podemos plantear tres respuestas en función del demandante:
1. Personas con un buen nivel de formación y capacitación profesional: son sin duda, los mejor situados para conseguir trabajar de esta forma, lo que ocurre, es que siguen dependiendo en gran medida, del sistema de gestión de la empresa para la que trabajen, pero el hecho de disponer de una profesión, te acerca mucho al Teletrabajo, ya que sólo se necesita una pequeña formación adaptativa.
2. Personas sin profesión definida con conocimientos someros de ofimática: en muchos casos, han sido víctimas de cursos intensivos que prometían como premio a la formación, una facilidad increíble para encontrar trabajo sencillo y desde casa. Lástima que eso de que te mandan textos para escribir o contabilidades sencillas para procesar no sea verdad; hace unos años, justamente por la carencia de sistemas mecanizados sí que existía este trabajo, pero actualmente, gracias al OCR y al abaratamiento de los ordenadores, unido al perfeccionamiento de los sistemas de dictado automático, no queda prácticamente más que alguna muestra testimonial.
3. Personas dispuestas a autoemplearse: según el único estudio serio conocido hasta la fecha en España, realizado por Redar a principios del 2000, un elevado porcentaje de las personas que teletrabajan en España, cifrado en casi un 80%, lo hacen por cuenta propia, quiere eso decir que, lógicamente, la mejor forma de que te contraten como teletrabajador, es crearte tu propio puesto de trabajo. Para esto, la legislación española no es precisamente muy apropiada, ya que no existe un sistema de cotización progresiva, sino que existen unos mínimos imprescindibles para realizar cualquier actividad económica, y estos, hoy por hoy son muy altos. De tal forma que, hay que tener muy cubierta de pedidos la agenda para embarcarse en tal aventura.
Y visto lo visto, mejor sacar algunas conclusiones:
- El Teletrabajo no es la solución al paro
- El Teletrabajo no es útil para todo el mundo
- El Teletrabajo requiere una formación profesional específica previa
- El Teletrabajo no va unido necesariamente a la informática e Internet
- En España es difícil teletrabajar, aunque no imposible
- El Teletrabajo no sirve como solución temporal
- El Teletrabajo requiere un nivel organizativo y de auto-gestión muy alto
- El Teletrabajo no puede venir impuesto
Y algo mucho más importante, el Teletrabajo no se encuentra en las ofertas serias de empleo, sencillamente porque no existe. Podemos encontrar ofertas de trabajo que incluyan entre sus condiciones o posibilidades la de ser realizado a distancia, pero si buscamos Teletrabajo como tal, lo más seguro, es que caigamos en las redes peligrosas de esas verdaderas legiones de generosas almas dispuestas a compartir su riqueza con nosotros, y todo a cambio de una humilde cantidad de dinero, que nunca he entendido muy bien para qué necesitan, si ellos ya han ganado tanto 😉